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Formada en Estados Unidos, pero residente en Alemania, Rita McBride es profesora en la prestigiosa Kunstakademie de
Düsseldorf. Su escultura aborda la producción del espacio público y la recepción de la cultura mediante obras que recrean elementos procedentes de nuestro entorno más cercano. En ocasiones, pone en escena objetos relacionados con el diseño y la arquitectura, tratados muy a menudo con materiales insólitos y dimensiones inesperadas. McBride revisa de este modo las nociones adquiridas de forma, función y material en el marco de un vocabulario que interroga los mitos del progreso inducidos por la ideología moderna. La industrialización, los procesos de producción masiva y las leyes de la eficiencia se enfrentan en sus piezas con el papel de lo artesanal y lo disfuncional. McBride exprime así los límites y las cualidades del cubo blanco, una modalidad de espacio asimilado con frecuencia a la neutralidad necesaria para exponer obras de arte. Sus propias obras, una vez introducidas en estos entornos aparentemente pasivos, cuestionan el reparto de funciones que distinguen la institución museística, el espacio doméstico o el ámbito urbano. En el contexto de esta exposición, el museo también se convierte en un objeto más del proceso escultórico. Mediante una intervención específica, McBride ha despojado al MACBA de los elementos añadidos que, con el tiempo, habían modificado la arquitectura de Richard Meier.

Comisario: Bartomeu Marí. Organización y producción: Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA).

Horarios de proyección de Day after day
Duración: 20 min 54 s
Laborables: 10.30 h; 12 h; 13.30 h; 15 h; 16.30 h; 19 h
Sábados: 10.30 h; 12 h; 13.30 h; 15 h; 16.30 h; 16 h; 19.30 h
Domingos y festivos: 10.30 h; 12 h; 13.30 h; 15 h


El trabajo de McBride se inicia a mediados de los años ochenta, en un momento en el que el lenguaje escultórico atraviesa un proceso de redefinición. La herencia de la escultura minimal y la superación de la crítica institucional (que habían iniciado a mediados de los años sesenta artistas como Marcel Broodthaers o Daniel Buren en Europa y Michael Asher o Hans Haacke en los Estados Unidos) determinaron un nuevo contexto para la práctica del arte. Dichas prácticas se sostenían sobre el análisis crítico, y a veces irónico, de las estructuras de poder y las lógicas de funcionamiento del museo. La obra de Rita McBride ha retomado de la escultura minimal, tendencia en la que se ha educado como artista, no solo sus aspectos formales –tales como los materiales industriales– sino también la presencia que infunde a sus obras. Sin embargo, el trabajo de McBride va más allá de una mera actualización del arte minimal. Su forma de entender el espacio, los elementos funcionales y simbólicos de la arquitectura, la vinculan con la voluntad crítica de Michael Asher, aunque podría decirse que ella reacciona de modo más directo contra la tradición. Influenciada por artistas como John Baldessari y Lawrence Weiner, su obra indaga en las convenciones del museo y reflexiona sobre los límites del objeto escultórico.

Al entrar en la exposición nos encontramos ante una reconstrucción de la planta baja de Villa Savoye, la famosa vivienda que el arquitecto suizo Le Corbusier (1887-1965) construyó entre 1929 y 1931 en Poissy, Francia. Backsliding, Sideslipping, one Great Leap and the 'Forbidden' (1994-2012) convierte la planta de la villa, reproducida a tamaño real, en peana de otras esculturas: allí encontramos Double Helix Spiral Staircase (1990), una espiral de ratán que se eleva hacia el techo, y Glass Conduits (1999), unas tuberías de cristal que avanzan por la pared hasta ser interrumpidas por el edificio. Ambas invitan a reflexionar sobre la relación entre la escultura y la arquitectura: ¿dónde empieza una y dónde termina la otra? ¿Cómo se define el espacio público y cuáles son sus reglas de funcionamiento? ¿Cuáles son las condiciones de exposición en este tipo de espacios? McBride rompe con la idea tradicional de escultura –elementos únicos construidos para ser contemplados– y plantea una lectura del espacio panorámica, casi fílmica, en la que obra y entorno expositivo conforman una narrativa compleja.

Obras como Servants and Slaves (Domestic) (2003), White Elephant (Wall) (2003) y Chair (Smoked) (2003) ponen en relación la escala y los materiales, aspectos claves para entender el trabajo de Rita McBride. Estas piezas están connotadas por una percepción de la arquitectura como espacio doméstico, en el que la modernidad deja su sello subordinando la forma a la función y desplazando a un primer plano la expresividad de los materiales industriales. De este modo, los objetos se convierten en operaciones lingüísticas en las que las referencias a sus orígenes y a los materiales con los que están construidos son el negativo de lo visible a primera instancia.

Un claro ejemplo de la manipulación de significados mediante la utilización de materiales es Toyota (1990), un coche a escala 1/1, fabricado en ratán, un material flexible y ligero, utilizado con frecuencia en la manufactura de mobiliario de bajo coste. Esta particular versión del Toyota Celica da cuerpo a una imagen irónica del sueño americano, un elemento intrínseco de la vida urbana que constituye uno de los primeros iconos de la producción en masa, tan ligada al concepto de arquitectura moderna y de esa nueva sociedad a la que aspiraban sus ideólogos. La escala en la que se construyen los objetos no solo resultará crucial a la hora de establecer relaciones con los espacios en los que se presentan, sino que también interviene en la creación de nuevos significados. Este es el caso de Parking Structures (1994-2001), una serie de maquetas arquitectónicas de garajes (elemento fundamental en el diseño urbano de la era del transporte y el consumo). Muchas de ellas fueron realizadas en bronce, un material emblemático en la historia de la escultura, cuyo acabado convierte estas obras en una especie de trofeos de una época pasada.

Sin embargo, la obra en la que se plantea de un modo más contundente el límite de la funcionalidad escultórica es Arena (1997), tal vez la más conocida del repertorio de McBride. Esta gigantesca estructura emula los grandes espacios públicos construidos para dar cabida a multitudes, lugares en los que de manera temporal se celebran conciertos, mítines políticos y eventos a gran escala. Arena adopta la forma de un anfiteatro que se introduce en el espacio del museo para transformar las relaciones convencionales entre sujeto y objeto. Si su presencia muda un lugar destinado a la visión en otro preparado para albergar acciones, su circularidad favorece el encuentro entre
los espectadores, al mismo tiempo sujetos perceptivos y objetos de percepción. La artista y la institución que acoge esta obra de cualidades tan especiales programan en ella actividades (conferencias, proyecciones, performaces) habitualmente excluidas del espacio expositivo. Desaparece así la neutralidad exigida por los ritos de contemplación del objeto artístico y la obra se convierte en un objeto animado con vida propia.

No obstante, Arena no es la única obra de McBride que alcanza dimensiones monumentales. Cabe destacar también el proyecto Mae West (2002-2011), presentado en una convocatoria del ayuntamiento de Múnich, inciado en 2002 y finalizado en 2011 y que dio por resultado una escultura de fibra de carbono de 52 metros de alto, 32 metros de ancho y 57 toneladas de peso. Su ubicación en la Effnerplatz, en los confines de una ciudad como Múnich en constante expansión, asume abiertamente una función colonizadora del espacio público, tanto por su escala como por su forma. En Mae West, cuyo título alude a la silueta estereotipada de la actriz americana, Rita McBride reflexiona una vez más sobre el significado de los monumentos hoy en día y la capacidad ciudadana de formar parte activa de los mismos. La artista afirma que "Mae West ha sido una herramienta para definir la evolución de las relaciones entre las ambiciones públicas y urbanas de la ciudad". Una escultura que trata de definir los límites en los que se encuentran la propia escultura y la arquitectura. O tal como ella misma sugiere, "una definición de lo que la arquitectura no es y de aquello en lo que se ha convertido la escultura".

Así es como la obra de McBride nos invita a reconsiderar el papel del artista en la configuración de un espacio público cada vez más privatizado. En un momento en el que los debates en el campo de la arquitectura y el diseño han dado paso a la interrogación sobre la sostenibilidad, la obra de McBride aparece como potencialmente anacrónica. Su proyecto se nos antoja futurista y arcaico al mismo tiempo, de tal modo que Antoni Gaudí no hubiera rechazado el discurso formal de McBride, ni Ildefons Cerdà su comprensión de la complejidad del espacio urbano moderno.

Artista

Rita McBride
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Itinerancias

10 OCT. 2013 - 16 MAR. 2014 Museo Tamayo, México DF