Cabane Eclatée, 1996

Daniel Buren, nacido en Boulogne-Billancourt en 1936, es uno de los más lúcidos artistas franceses de la generación aparecida a finales de los años sesenta. Conocido internacionalmente por el uso de telas a rayas blancas y de colores, este instrumento visivo se convierte en imagen central de su forma de neutralizar la pintura y al mismo tiempo de transferencia de la misma en el espacio modificando su percepción. Esta tela rayada verticalmente en franjas blancas y de otros colores con una anchura de 8,7 cm fue encontrada casualmente por el artista en un mercado un día de septiembre de 1965. Este hallazgo significó el inicio de una de las trayectorias artísticas más reivindicativas, polémicas y singulares del siglo XX. Sus características rayas se convirtieron en tela y obra, un motivo industrial que aportaba objetividad e impersonalidad, en un intento de cuestionar cuál es el concepto de arte.

Desde finales de los sesenta, Buren ha seguido haciendo evolucionar este concepto, invadiendo con sus rayas desde el metro de París, el patio de la Corte de Honor del Palacio Real de aquella ciudad hasta el Guggenheim de Nueva York. A partir de los años noventa ha llevado a cabo múltiples instalaciones bajo el título genérico de Cabane éclatée. Resplandecientes geometrías rodean al espectador que se ve transportado literalmente en el espacio de la obra que coincide con el espacio de exposición. La imagen del cálculo y de la articulación simétrica adquiere así un valor pictórico que modifica por completo la arquitectura, sin intervenir en la estructura.

La Cabane éclatée (1996) del MACBA es un trabajo in situ del artista. Fue producida para la exposición Mirades (sobre el Museu), comisariada por Antònia Maria Perelló y organizada el verano de 1996, en el contexto del Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos, que tuvo lugar en Barcelona.

Esta obra sintetiza las principales preocupaciones del artista: las relaciones entre espacio y obra, la arquitectura como marco de toda actividad, las transformaciones que la obra imprime en el espacio en que se ubica... Así mismo, existe una formalización muy característica del autor mediante la utilización del espejo y de las bandas de ancho regular. También hay una alusión a Mondrian en el uso de los colores propios de este artista. La relación viene dada por las composiciones que parece que han dirigido el diseño de todas las ventanas del edificio de Richard Meier, en las que hay un componente neoplasticista evidente.

El pequeño edículo construido y recubierto de espejos, refleja las cristaleras del edificio del museo, recreando una nueva realidad. La obra incita al movimiento del espectador, al recorrido perimetral y a la incursión en su interior. Por tanto, posee también una dimensión temporal, propia de buena parte del arte de nuestros días.

En el transcurso de su carrera, Buren ha sido partidario de trabajar in situ, pensando siempre sus obres para un lugar concreto y, así mismo, realiza una importante tarea literaria, profundizando en su interés por la arquitectura.